11. Verdaderas lágrimas de alegría
Previo: 10. Todo está en llamas
Jueves, 13 de marzo de 2014
Existe un muy conocido estereotipo: la ‘madre tigre’ asiática. Amy Chua ha tenido mucho que ver en popularizarlo pero, en mi opinión, no es su invención. De todos modos, como generalización, resulta bastante acertada en mi caso.
Mamá era bajita y delgada, pero intensa – y feroz como ninguna. El polo opuesto de mi padre: parsimonioso, alto, ligeramente encorvado y con una risa estruendosa. Donde papá era más que feliz en dejarme pasar horas con mi cuaderno de bocetos, mamá me acosaba incesantemente para que hiciera mis tareas y practicara el violonchelo (instrumento que ella elegió por mí). No le daba valor alguno a mis dibujos: los llamaba ‘garabatos’.
Por desgracia, aunque obtenía satisfacción al hacer bien mis tareas, me temo que la música me resultaba indiferente, y en particular el violonchelo. Nunca se lo dije a mamá: presentía que le habría roto el corazón. Pero mi sentir era sin duda evidente gracias a mi progreso glacial, lo cual la volvía loca. Sencillamente no podía entender mi falta de empuje, la ausencia de su propio perfeccionismo. Seguía insistiendo en que si me aplicaba podría ser verdaderamente genial. Al paso que iba, sólo sería aceptable – mediocre.
Sin embargo papá me entendía. Siempre que estaba en casa, hacía sentir su risa, armonizaba el ambiente, rodeaba con sus brazos la figura de mi madre, delgada como un lápiz, la besaba y le decía: ‘Déjala tranquila’. Y se salía con la suya. Era el único que podía. Pero, por supuesto, nunca duraba. El ansia de mamá por verme hacer esfuerzos era implacable.
A medida que se acercaba mi adolescencia nuestras peleas se volvieron cada vez más frecuentes, creando una brecha, no sólo entre mamá y yo, sino eventualmente entre mamá y papá.
La tensión alcanzó su punto máximo alrededor de la época en que visitamos Taiwán en 1991. Supongo que estaba en el peor momento de mi fase como ‘adolescente huraña’ entonces. Podría haberme ido por uno de dos caminos: rebelarme, hacer novillos y convertirme en una gótica (cosa que me atraía) o resignarme a seguir las reglas. Opté por lo segundo.
Tenía catorce años y nunca habíamos viajado. Eso fue tres años antes que naciera Zar. Nos quedamos en Kaohsiung con Agōng y Amà en su tienda cerca del centro de la ciudad. Tenían una especie de colmado, vendiendo de todo, desde palos de escoba y velas hasta relojes baratos, cigarrillos y tarjetas telefónicas. La tienda estaba en la parte delantera y las habitaciones eran estrechas en la parte de atrás (donde tenían una especie de sala pequeña y un comedor/lavandería/cocina combinados) y arriba (donde teníamos dos pequeñas habitaciones que mas bien parecían cajones y un baño).
Para entonces, era una adolescente occidental típica: haragana y egocéntrica. Inicialmente me horrorizaron las condiciones de vida: la multitud, el aire contaminado, el ruido, la suciedad y la mugre. No lograba concebir cómo alguien podía vivir así.
Mirando atrás, me pregunto cuántas torturas le infligí a mi pobre madre. Debió sentirse tan avergonzada. Sencillamente yo no entendía que el mundo no giraba en torno a mí. Que tener una vida fácil no es un derecho. Y que para mis familiares, definitivamente no lo era. Por ejemplo:
Mientras estuvimos allí, mi tía Yǎ Líng tuvo que mudarse a la misma habitación que Agōng y Amà para que nosotros pudiéramos quedarnos con la suya. Y que sólo había un inodoro, un lavabo y una ducha.
Debido al espacio limitado y el tener huéspedes, cada mañana Agōng tenía que preparar el desayuno en dos fogones de gas en la acera, donde la alcantarilla y la neblina de disolventes industriales impartían un olor que como mejor se describe es una mezcla de nauseabundo y empalagoso. Lo observaba mientras preparaba la misma papilla de arroz insípida a la que le añadíamos encurtidos, carne de cerdo seca, cacahuetes, tofu y pescado seco, cualquier cosa para darle algo de sabor. Cómo anhelaba una simple tostada! (Para colmo de males, el pan de allí se elaboraba de una mezcla de harina con azúcar. El resultado asqueaba, por lo empalagoso.)
A veces Amà hacía pídàn (los notorios ‘huevos centenarios’, fermentados y ennegrecidos) que me provocaban arqueadas. Les he cogido el gusto desde entonces, pero en ese momento los veía como una especie de castigo.
Particularmente resentía la falta de tiempo y espacio personal. No sólo escaseaba la privacidad física, sino que incluso si lograbas abrirte algún tipo de espacio, era casi una certeza que no encontrarías tiempo para disfrutarlo. La mera supervivencia hacía cualquier indulgencia casi imposible. Aunque los días de trabajo típicamente empezaban tarde – a las 9:00 am, también terminaban tarde – generalmente a las 10:00 pm o incluso más tarde – todo dependía de la clientela. Cualquier cosa con tal de lograr una venta. La vida giraba en torno a la tienda.
Los niños no lo pasaban mejor. No fui a la escuela allí, pero estoy segura que lo hubiera odiado. Las clases empezaban a las 7:30 am y terminaban a las 4:00 pm. Pero habían programas escolares adicionales que duraban hasta la noche y a menudo los fines de semana. No es de extrañar que nunca vi grafiti allí; los adolescentes obviamente no tenían ni tiempo o energía para dedicarse a ello.
Sospecho que ese es el tipo de ambiente que forja a la mayoría de las madres tigre. No son sólo sombriamente ambiciosas (cumpliendo con el estereotipo). Han aprendido – o al menos heredado – una fórmula para poder sobrevivir: trabajar duro. Dado que la fórmula es la misma para toda la unidad familiar, es más que una patrón de conducta personal. Es cuestión de deber: zé rèn.
Es sólo ahora que veo que mamá planeó todo ese viaje a Taiwán conmigo en mente. Después de todo, probablemente no fue fácil pagar el pasaje aéreo en ese momento. Y quedarse con Agōng y Amà durante tres meses enteros debió ser una imposición increíble, sin importar cuánto contribuyeron Mamá y Papá a costear los gastos (como estoy segura que hicieron). Basta considerar la incomodidad y la logística para el el uso del baño.
Supongo que mamá quería que me diera cuenta de cómo era realmente la vida para la mayoría de las personas en el mundo. Que a escala global, mi crianza protegida en Occidente era la excepción, no la regla. Que lo que tenía debía ser apreciado, no dado por hecho. Y, sobre todo, que no se trataba sólo de mí. Era sobre algo más importante. La familia.
Creo justo decir que mamá tuvo éxito con su plan maestro (excepto lo del violonchelo, que acabé regalando). Sería cierto decir que mi vida cambió después de ese viaje. Dejé de pensar sólo en mí y acepté que tenía deberes más amplios. Ese sentido del deber influyó en mi decisión de estudiar derecho. Jugó un papel en mi elección de cómo pagaría las cuentas mientras estudiaba, después que mamá y papá murieron. Informa mis decisiones hasta el día de hoy. Y probablemente informará mis decisiones en el futuro. Por mucho que no encuentre satisfacción en la abogacía, tengo que admitir que es mucho mejor que ser una ‘mujer callejera’. Y aunque Zar ya es un adulto, no me veo dejándolo ir pronto.
Como compartí con Dan, la rueda para ratones que construimos para nosotros mismos es la más difícil de dejar atrás. Sospecho que es el caso incluso si la puerta de la jaula ha quedado abierta de par en par.
En resumen, mi madre tigre me enseñó una lección amarga, pero importante: entender que los sueños y la realidad son dos cosas muy diferentes. Sólo esta última merece atención. Las cosas son como son.
Recordaba todo esto deambulando por la casa vacía mientras Dan estaba fuera: sobre mis sueños y lo irrelevantes que son en el mundo real.
Ahora bien, ¿qué es el ‘mundo real’? Solía saberlo. Ya no estoy tan segura. ¿Sabes cómo presencié la partida de Dan? Se inclinó y me dio un beso rápido en los labios, entró en la cabina, sonrió, saludó y se esfumó. Era la primera vez que lo presenciaba. Añádele una nueva conmoción a mis experiencias recientes.
Hablando de choc, apenas puedo recordar mis pensamientos durante los últimos dos días; todos se han vuelto nebulosos. Estoy segura que he funcionado como autómata durante gran parte del tiempo, – poniendo un pie delante del otro como normalmente lo haría. En otras ocasiones me he sentido completamente despojada de energía. De capacidad incluso.
Nada de esto me sienta bien. Después de todo, estoy acostumbrada a tener el control, si no de mi entorno, al menos de mí, de mis elecciones.
Por ejemplo, es bastante inquietante encontrarse llorando sin previo aviso.
En mi caso, llorar normalmente es precedido por gran cantidad de ira y frustración. Se acumula como en olla de presión. La válvula comienza a silbar mucho antes de la ruptura.
En contraste, anoche me encontré hablando un momento – de manera usual– y llorando al siguiente. No hizo falta más que mi propia admisión verbal que me sentía ‘emocionalmente abrumada’. Sabía, pero no sentía, que estaba al borde cuando lo dije. Fue casi como una experiencia extracorpórea. Me escuché diciendo las palabras, luego sentí las lágrimas comenzando a rodar. Sin control. Eso de por sí me desconcierta.
Dan me ha sugerido que estoy sufriendo de estrés postraumático. O choc. O ambas cosas. Probablemente tenga razón. ¿Qué sé yo? Una oye estas palabras mencionadas, pero siempre se trata de otra persona. Nunca pensé que se aplicarían a mí. Siempre fui la mujer fuerte. La del cuero curtido. La que había pasado por todo ya antes.
Como cuando cometí el error una vez de no pedir el dinero primero. Para que luego me dieran largas la semana siguiente. Y acabar con una paliza cuando fui a exigir el pago. Mi nariz está algo torcida a consecuencia.
Sin mencionar los (muchos) clientes que creen que a las mujeres realmente les gusta el ‘juego brusco’ (es decir, el maltrato).
O, por último, las veces que un cliente se me impuso sin previo acuerdo (con o sin pago después). Ya oigo las voces (tanto de mujeres como hombres) opinando: ‘No es preciamente lo mismo que una violación, ¿verdad?’ Quizás no a su juicio. Pero esto es algo que puedo afirmarte a ciencia cierta: tu cuerpo tiene su propia definición. Hemorragias, moretones, hinchazón, insomnio, autorrecriminación y, por último pero no menos importante, lágrimas: estas cosas no mienten.
Veo claro la delicadeza que Dan me ha tenido. Es tan cuidadoso conmigo, casi caminando de puntillas a mi alrededor. No es que sea malgradecida. Todo lo contrario. Mirando atrás, no puedo imaginar lo que habría hecho sin él – y el refugio que me ha proporcionado. Tengo que admitir que tuve un leve ataque de pánico cuando me dijo que iba a Perth, por lo de quedarme sola. Para empezar, lo que visualicé fueron viajes a aeropuertos y vuelos de tres a cuatro horas. Vamos, eso es lo normal, ¿no? Sólo he tenido un par de días para acostumbrarme a esta locura actual. Luego me acordé que él estaba justo al otro lado de la cabina y que volvería después del almuerzo. Las cerraduras habían sido cambiadas. ¿Cuán malo podría ser? Aún así, encontré mis manos temblando incontrolablemente mientras intentaba prepararme una nueva taza de té.
Es curioso: en los pocos meses que estuve con Ian, nunca me sentí intimidada físicamente. Tenía la idea equivocada de que podía controlarlo. Creí tener experiencia, después de todo. Wú-wéi y eso.
Sólo después que lo dejé – después de que me mintiera sobre su matrimonio, después de que Zar me dijo la verdad sobre las drogas, después de que Hycklare me traicionó – empecé a darme cuenta de lo peligroso que era.
Verás, actuaba bajo la falsa impresión que Ian era un hombre normal con las motivaciones habituales. En otras palabras, asumí que era humano. Pero no es así. No sé lo qué es. Eso es lo que me inquieta. Había conocido a hombres como él antes, y suspiré aliviada al darme cuenta de que sólo los había tratado una vez. Pero he aquí a uno de esos especímenes que me tenía tanto a mí como a mi carrera agarrados por el cuello. Y no tenía intención de soltarme.
Así que imagina mi horror cuando escuché el timbre. Seguido de un furioso martilleo en la puerta. Subí sigilosamente y eché un vistazo por la cortina. No creí que me hubiera visto. Se apreciaba que su boca estaba muy hinchada. Escupía. Y maldecía.
Sacó su teléfono y llamó a alguien. Es de suponer que a Dan. Siguió tratando de atisbar por las ventanas mientras hablaba. Por un momento pareció mirarme directamente. Luego cambió su vista. Gracias a Dios que el vidrio reflejaba.
Colgó la llamada y se fue. Abruptamente. Simplemente se subió a su coche y se fue.
Pasaron sólo unos tres minutos hasta que escuché a Dan abajo llamándome.
Tengo que admitirme profundamente perturbada cuando ‘conocí’ a D1. Era alguien cuya vida estaba hecha un desastre absoluto. Obviamente fue culpa suya, aunque no era menos cierto que rechazaba toda responsabilidad.
El espectáculo era fascinante y espeluznante a la vez. Algo así como ver descarrilarse un tren: no quieres mirar, pero no puedes dejar de hacerlo.
Por un breve lapso confieso que una parte de mí empezó a dudar de Dan. Después de todo, él y el loco en la pantalla eran, en muchos aspectos, la misma persona. ¿Qué le impediría acabar en el mismo barco eventualmente?
Pero observándole lidiar con su alter ego, todo fue calma, racionalidad y eficiencia.
Los comparé: D1 – el narcisista incoherente, psicótico y obsesionado consigo mismo – y Dan – serio, considerado y decisivo. Ahora que entiendo completamente el ‘plan 2’, se hace obvio que Dan está asumiendo un gran riesgo. Y todo para beneficiarme.
En otras palabras, Dan es todo lo contrario a D1. Podrían haber comenzado igual, pero se habían convertido en personas completamente diferentes, todo en un tiempo relativamente corto.
Creo que esto no fue otra cosa que una elección: decidir entre mirar hacia afuera o hacia adentro, considerar a los demás o ignorarlos. Cada una de las diferencias entre los dos probablemente se pueden rastrear hasta esa sola decisión.
Fuera lo que sea que sirvió de gatillo, creó la primera distinción real entre Dan y D1 – inicialmente tan pequeña que nunca la habrías notado. Puede que ni siquiera lo hubieras notado después de unos días. Pero después de una semana se había convertido en una brecha obvia.
En menos de un mes se había convertido en un abismo.
Lo que pasó entre Dan y D1 es probablemente una buena metáfora para cada uno de nosotros. Sospecho que todos estamos a punto de caramelo de algún colapso total e irreversible. Las grietas están ahí, latentes, esperando, listas a crecer. Creo firmemente que el egoísmo ensancha las grietas. El altruismo las sella.
De hecho, probablemente sea una buena metáfora para toda la humanidad. No soy la primera en señalar que, en cualquier momento, estamos a un pestañear, un brinco y salto de volver a la edad de piedra, ya sea por alguna guerra global, un trastorno sociopolítico o el daño ineludible que le hacemos al medio ambiente. Hemos creado colectivamente una gigantesca rueda de ratones: que llamamos ‘progreso’. Y parece que no sabemos cómo bajarnos, a pesar de las terribles advertencias sobre un cataclismo inminente. Meramente seguimos dando vueltas y más vueltas.
Se me ocurrió sorprender a Dan esta noche. Le dije que bajara a trabajar un poco más en la música de la banda, que yo haría la cena. La sra. Doméstica. ¡Sí, cómo no!
Así que llamé a Zar y le pedí que fuera de compras por mí. Por supuesto, primero tuvo que recoger mi tarjeta Visa porque está en la prángana.
Al principio no tenía la más mínima idea de qué preparar. Tuve que sonsacarme la memoria para recordar algo vagamente apetitoso y más o menos original. Al final me conformé con niú ròu miàn (sopa de fideos con carne de res), como solía hacer mi madre (y Amà, más o menos). Es un plato típico taiwanés: fideos wonton en un caldo de jarrete de res con zanahoria, rábano daikon, cebollín, jengibre y anís estrellado.
Así que mandé al hermanito a una tienda de víveres asiática que conozco en la calle Bouverie de Carlton. Al regreso me contó que había tenido que soportar una visita de Ian en la mañana, y también ayer. Como era de esperar, Zar no soltó prenda. Chico listo, incluso mantuvo la puerta de pantalla cerrada con llave en ambas ocasiones, por si acaso. Dijo que había visto a Ian pasar en coche una vez más esa tarde.
Zar quedó anonadado que estuviera planeando cocinar. El muy fresco me dijo algo por el estilo de ‘¿Estás segura que quieres arriesgarte, Juss?’ ¡Del arbol caido, todos hacen leña! En fin, le hice comprar latas de caldo de carne mientras junto los otros ingredientes. Seguro que la mayoría de los chinos preparían su propio caldo, pero yo no tengo ni el tiempo ni la inclinación. Y, francamente, sólo tengo un vago recuerdo de cómo se hace. Mamá se debe estar revolviendo en su tumba, y Amà probablemente acabaría en la suya si se enterara.
Bueno. Ya lo he admitido: no soy buena cocinera.
Después de la cena, Zar se quedó a mezclar música con Dan. No bien habían terminado de tragar el último bocado, ya estaban bajando al estudio. Sin dar gracias por la comida, nada de nada. Y ni siquiera me quedó tan mal.
Les llevé a cada uno una taza de té y unos biscotti que encontré en la despensa, pero ambos estaban tan absortos en la pantalla que apenas lo notaron. Cosa curiosa, en realidad lo que sentí fue una oleada de endorfinas al ver a Zar compenetrado con un hombre mayor, ambos con auriculares a juego y hablando de asuntos tecnológicas que me hubieran alelado de aburrimiento. Pobre diablo, no tiene idea que Dan va a tener que irse pronto. Ni siquiera podrá conocer la verdadera razón. Creo que lo tomará mal, aunque él y Dan se han conocido y relativamente poco. No, me consta que lo tomará mal. Para el caso, no tan diferente a mí.
Obviamente, esto convirtió mi euforia en melancolía en un santiamén. Henos aquí, ‘jugando a la casita’ de nuevo. Sin embargo, está destinado a venirse abajo pronto. Por fin un poco de felicidad doméstica, pero ¡ay!, cuán efímera resultó ser.
En vez de torturarme con esa cadena de pensamientos – y con el apabullante tedio de observar a dos tipos ocupados en ‘cosas de hombre’ – los dejé y subí las escaleras. No tenía sueño, así que leí un libro de la biblioteca de Frank en el entrepiso. Por suerte, el hombre es lector. A juzgar por los libros sobre su mesita de noche Dan también lo es.
Zar no tiene idea alguna de lo que Ian me hizo. De hecho, parece haber olvidado por completo mi repentina ‘enfermedad’. Ni se molestó en preguntar cómo estaba. Siempre ha sido bastante despistado.
Puede que esté equivocada, pero sospecho que algún día será un esposo/pareja muy frustrante, al menos en ese aspecto. Lo he mimado demasiado. Me parece verlo: los mismos patrones que sigue conmigo los repetirá con alguna desafortunada. Le estará hablando y él se hará de la vista gorda. Después de un rato será que se dará cuenta que él estuvo absorto con la televisión todo el tiempo.
A pesar de mis quejas, hay que señalar que, en el fondo, es un buen muchacho. Ha pasado por un mal momento en los últimos años y creo que la falta de una figura paterna le ha afectado más profundamente de lo que ninguno de los dos pudimos anticipar. A veces sospecho que adopta actitudes machistas para compensar.
Por predecibles y fáciles de entender que sean hombres como Zar y Dan, Ian es un caso aparte. Cuando Dan llegó a casa, nuestra conversación se tornó casi de inmediato al plan 2 y, por supuesto, a Ian y las dificultades inherentes en cómo manipularlo. Pero Dan parece pensar que lo tiene todo resuelto.
Aparte de la audacia del plan, me sorprendió lo sofisticado que se ha vuelto Dan para el engaño. Debería haberme dado cuenta por la destreza con que engatusó a D1. Pero esta trama contra Ian – está a otro nivel. La ciencia de cualquier engaño es mantenerte un paso alante de la presa en todo momento. Eso siempre es una tarea difícil. Con Ian es casi imposible. O eso creía.
Según Dan, es más importante saber lo que no funcionará que lo que sí. Entonces, en un caso como Ian, dijo, comienzas con algo que funcionaría con casi cualquier persona. Luego asumes que no funcionará con él (porque así es el caso). Y planeas a partir de esa premisa.
Es una variación del ardid para distraer ‘¡mira eso!’ pero a escala mucho mayor.
Ahora que estoy completamente al tanto de todo, tengo intención de desempeñar un papel. Ni a tiros iré a la cita para almorzar. Estaría demasiado nerviosa, por mejores intenciones que tenga. Es demasiado pronto para tanto. No confío en mí misma en semejante situación. En lo que sí puedo confiar es en mi determinación y mi trabajo tras bastidores.
Incluso le he dado mi propio toque: Dan va a comprar un iPhone mañana. Finalmente ha aceptado que su teléfono viejo es una porquería.
Poco antes de la medianoche ya no podía más, así que bajé y espanté a mi hermano de la casa. Lucía contento; la mezcla iba progresando bien y parece que Dan logrará cumplir con la fecha límite de las 5:00 pm de mañana. Lo despedí con un beso y se alejó en el aire fresco de la noche.
Le tomé la mano a Dan y nos dirigimos a la cama. Sospecho que el pobre se quedó dormido casi en cuanto su cabeza tocó la almohada; nunca lo he visto tan cansado. Cambiando el tema, Dan ahora va instintivamente al otro lado de la cama del que solía preferir ahora que ha cambiado ‘al derecho’. ¡Las detalles que uno nota en esta película de ciencia ficción!
Lo abracé por la espalda e intenté dormir, pero no pude. Me quedé despierta durante dos horas más, pensando en todas las cosas que podrían salir mal con el plan. ¡Me resultó abrumador!
Aparte, me irritaba lo injusto de que Dan durmiera como un tronco, y yo dando vueltas. Me tentaba despertarlo – para equilibrar las cosas. Después de todo, él fue quien me llenó la cabeza con todas esas inquietudes. La ignorancia podría haber resultado molesta, ¡pero al menos hubiera podido dormir!
Confieso que finalmente bajé a la cocina y me serví un vaso de vino muy, muy lleno que me bebí de un tirón. Poco después el alcohol me subió a la cabeza, así que volví al dormitorio y me deslicé detrás del inmóvil Dan, con la habitación dándome vueltas como rotor de helicóptero. Juro que me quedé dormida eructando aliento a vino tinto en la nuca del pobre hombre, que aún así ni se enteró.
Sábado, 15 de marzo de 2014
Mencioné antes el arte sutil de manipular a las personas – Dan lo llama mentalismo.
Creí que había sacado la palabreja de un programa de televisión. ¿Sabes cuál es, el que protagoniza Simon Baker? (Nota del traductor: En referencia a la serie televisiva norteamericana ‘The Mentalist’, conocida en algunos países hispanos como ‘El mentalista’, serie detectivesca sobre un antiguo estafador que cambia a ser asesor de la policía. Él protagonista, Simon Baker, es un conocido actor australiano.)
No me he molestado en verlo (no me hace gracia la televisión) pero he visto los anuncios de vez en cuando.
Dan me aseguró que es un término legítimo. Me recomendó echarle un vistazo a los vídeos de Derren Brown, cosa que hice mientras estaba ocupado terminando el EP ayer. Acabé pasando una hora entera viendo uno detras otro. Quedé fascinada. Esa habilidad para manipular a los demás es, sin duda, especial – muy por encima de mis modestos esfuerzos con el wú-wéi.
Pero no te hagas una idea equivocada. Lo que Dan tiene en mente está lejos de llegar a la altura de Derren Brown. Aún así, ¿qué mentalista no querría tener una impresora/borrador de 3D como la del sótano? Esa es la carta ganadora de Dan. Tal vez la tecnología pueda compensar la falta de sutileza en este contexto. Esperamos que sí. De hecho, estamos apostando en ello.
El plan esencialmente implica el uso de recompensa o castigo. Ninguno por sí solo funcionaría con Ian. Es más, Frank, Dan y yo estamos plenamente conscientes que ni siquiera en conjunto funcionarían. Ese no es el punto. El objetivo es hacer creer a Ian que esperamos que funcionen. Esto implica algo de exceso. Lo exagerado es lo que brinda la distracción.
Hay varios planes de contingencia. Dan y yo pasamos más de una hora repasándolos con Frank ayer. Entre ellos, el principal era un arma de fuego. Se alborotaron con eso. Ya sabemos cómo son los varones con sus juguetes.
Frank dijo: ‘Te estoy enviando una póliza de seguro, sobrino. Debería llegar [clic] justo... ahora.’
Eché a andar hacia la cabina, pero Frank me vio y dijo:
‘Será mejor que Dan se encargue.’
Pronto me di cuenta del por qué. Al abrir la puerta, me encontré con una pistola tirada en el piso. El cerrojo estaba abierto y había una bala cargada al lado. También un silenciador, como los que ves en las películas. Retrocedí de inmediato. Dan estaba justo detrás de mí, así que recogió todo con cuidado, revisó la recámara para comprobar que estaba vacía y llevó todo hacia la pantalla donde esperaba Frank.
Coño, Frank. ¿Dónde conseguiste esto?’
‘La pistola con mi compadre– ¿recuerdas, el que prepara documentos de identidad? Consigue lo que se te antoje, aunque sólo tuve que pedirle esta prestada. Esa es la ventaja de tener las impresoras: no necesitas comprar algo si puedes obtenerlo el tiempo necesario para hacer una copia.’
‘También conseguiste un silenciador.’
‘Sí. Es en caso que tengas que disparar. El peor de los casos. Bueno, miento: el peor de los casos es que te quiten la pistola. Así que, por el amor de Dios, si tienes que sacar el arma, asegúrate de no estar demasiado cerca de ese cabrón. Lo único que faltaba es que logre agarrar el cañón. Pero tampoco te despegues demasiado o fallarás. Nunca fuiste muy diestro con una pistola.’
‘¿Y tú sí?’ Contestó Dan, sonriendo.
‘Como habrás notado, es una Glock 17. Un clásico, de calidad. Nueve milímetros. También imagino que notaste que sustituí el cañón por uno roscado que compré en Lone Wolf. Fácil de instalarle el silenciador. Este lo conseguí en Advanced Armament. Para variar, de verdad reduce la bulla, casi como suena en las películas.’
‘Genial. Porque sé que en muchos casos un silenciador hace poco o nada en cuanto a atenuar el ruido de un disparo.’
‘Exactamente. Lo he probado y funciona de maravilla. Si tienes que disparar, los vecinos con suerte confundirán el sonido con otra cosa. O tal vez no lo oigan en absoluto, especialmente si estás en el sótano. El único problema es que el silenciador bloquea las miras.’
‘¡La excusa perfecta, si fallo.’
‘No es chiste, sobrino. La idea es amedrentar a McCrae en caso de que intente ponerse violento, no darle un balazo al malparido. Si le disparas, tendrás que borrarlo, y queremos evitar eso por todos los medios.’
Dan lo escuchaba atentamente, mientras atornillaba el silenciador. No tengo idea cuál es la fascinación de los hombres con las armas. A mí meramente me ponen nerviosa.
No me gustaba lo de la pistola, pero supongo que era necesaria. Sin duda, aprecié la precaución adicional. En fin, hasta ahí llegó todo el domingo. Teníamos que mantenernos siempre un paso adelante. Eso significaba usar carnada capaz de atraer a Ian. Ahí es donde entraba la reunión de almuerzo.
Hice que Dan comprara el iPhone para poder estar en FaceTime durante todo el evento. No estaba dispuesta a estar allí con Ian en persona, pero de seguro que no iba a perderme la oportunidad.
Era alrededor de las 12:55 pm y tenía a Dan al teléfono. Podía verlo sentado en el área ‘al fresco’ vestido con una playera, de espaldas a la pared de plástico. Lucía relajado y jovial.
Dan había elegido Caffé e Cucina por varias razones: no sabíamos de alguien del trabajo que viviera en South Yarra – era un lugar público – tenía un área de comida al aire libre (aunque cubierta) – y el protector de plástico contra el viento y la lluvia era ligeramente reflexivo, lo que significaba que Dan no podía ser visto desde la calle. Ian tendría que llegar hasta justo debajo del toldo antes de poder verlo. Cuando se es novato en esto del mentalismo, cada detalle inesperado ayuda.
Llevabamos hablando sólo unos dos minutos cuando Dan dijo, todo risueño: ‘Ah, llegó Ian. ¡Hola, Ian! ¡Aquí, compa!’
‘¿Qué carajo, Djurdjevic?’
‘No luces bien, socio. ¿Qué le pasó a tu cara?’
‘Sabes muy bien qué me pasó en la cara. Pero, ¿cómo cojones te recuperaste tan rápido?’
‘No había gran cosa de qué recuperarse.’
‘Creí haberte hecho la cara mierda.’
‘¿Sabes lo que logras cuando crees? Hacer cree-cer lo que tienes de burro. La verdad es que pegas como nenita. Así que no me hiciste gran cosa.’ (Admito que no me hizo gracia el comentario sexista de Dan, pero decidí atribuírselo a estar jugando un papel.)
‘¡So engreido!’
Se escucharon ruidos de raspe, y Dan dió un respingo hacia atrás, luego giró el teléfono y dijo (subiendo la voz):
‘¿No me estarás amenazando con violencia física, eh, Ian? ¡¿En público?! ¡Hola, todos! ¡Mi amigo está bromeando! Qué payaso eres, compadre, ¿sabes?’ Los clientes sentados en mesas aledañas miraron a Dan e Ian con desdén.
Por lo que pude entender, Ian había intentado estirarse sobre la mesa para pegarle a Dan, pero no logró alcanzarlo. Y Dan había colocado cuidadosamente las otras sillas para que no hubiera ruta alterna fácil. Me regodié viendo cómo a Ian le hervía la sangre, mientras se sentaba en una de las sillas opuestas.
‘Por cierto, saluda a Justine. Está al teléfono ahora mismo.’ Me sentí obligado a saludar con la mano y decir ‘¡Hola Ian!’ de forma histriónica. La picardía de Dan resulta contagiosa. Su rostro ahora estaba enfocado de cerca, y veía claro cómo los músculos de su mandíbula se tensaban. La hinchazón de su boca debe ya haber disminuido un poco, pero se veía mal aún. El labio superior tenía varios tonos de azul y amarillo. Sonrió de repente y vi el espacio feo del diente ausente.
‘¡Ah, conque sí has estado ocultando a la muy puta. Qué fracasados patéticos resultan ser ambos. ¡Cuánto voy a disfrutar joderles la vida a ambos!’
‘Ahora que dices eso, esa es la razón exacta por la que quería reunirme contigo. Para hablar sobre la jodida que ya nos has dado. Y proponerte una especie de ‘armisticio’.’
Ian comenzó a reírse. El que un costado de su labio no se elevara en absoluto lo hacía parecer aún más falso de lo que es normalmente.
‘Ah, sí. Tu ‘propuesta’. No sé qué crees que puedes ofrecerme, amigo. Ya he decidido lo que voy a hacer. Obviamente lo que les hice la primera vez no sirvió de escarmiento. Para ninguno de los dos. Voy a tener que repetir la jugada. Y ser más concienzudo esta vez.’ Pronunció eso último en un tono que goteaba ponzoña. Me miró através del teléfono lo suficiente como para ponerme a temblar. Me alegré mucho de no estar allí. Escuché la voz calmada de Dan continuar.
‘Puede ser. Al menos escúchanos. Después puedes meter mano como te dé la gana.’
‘Tienes dos minutos, pendejo. Empieza a hablar. ¡No, no queremos ordenar, así que LÁRGATE!’ Dan levantó la cámara hacia un camarero sobresaltado que se alejaba.
‘Perdona a mi amigo. Ha tenido un mal día’, le gritó Dan.
‘Se te acaba el tiempo, Djurdjevic.’
‘Está bien, voy a ponértelo fácil de entender, ¿de acuerdo? Es un juego que llamo ‘premio o palo’. Empezaré por el ‘garrote’.’ Escuché un crujido y Dan sacó una hoja de papel doblado que le pasó a Ian.
‘¿Qué es esto?’
‘Copia de una carta que mi buen amigo el sr. Pikkeljig envió a tu bufete. ¿Recuerdas cuándo creiste que había cambiado las cerraduras? No fui yo. Fue Pikkeljig. Tus amenazas de iniciar una acusación por allanamiento y petición de deshaucio en mi contra nunca tuvieron mérito. No lo sabías, pero yo sí.’
Ian leyó la carta, luego resopló y dijo: ‘Ah… ¡¿Y qué?!’
‘Que, en este momento, tengo buenos motivos para demandarte por despido injustificado, ¿no te parece?’
‘¿Crees que eso me intimida? ¡Qué zopenco eres!’
‘Hay más. Aunque pegas como señorita, también puedo demandarte por el acometimiento y agresión. El Sr. Pikkeljig también está dispuesto a demandarte por los daños a su propiedad. ¿Recuerdas cómo me estrellaste contra unos cuadros? Los originales de Waldemar Kolbusz no son baratos. Tampoco el espejo del pasillo y los jarrones.’
‘Eso lo pagaría con mi menudo de bolsillo. Ponte serio. Tan sólo par de miles. Todavía te voy a hacerte correr de Melbourne.’
‘Pero la cosa no acaba ahí, ¿ves? Porque Justine me confió una historia horripilante. Sobre una cierta violación sexual. Que tú cometiste. Todavía tenemos la ropa. Con la sangre. Y tu ADN. Tenemos fotos de las lesiones y de la escena del crimen. Tenemos una vecina – la señora Lazarov – que te vio llegar y salir alrededor de la hora del incidente. ’
‘No te creo la mayor parte de lo que dices. Y en ausencia de evidencia concreta, ¿quién va a creer la palabra de una puta contra la mía? Se volvió hacia mí en el teléfono, diciendo: 'Inténtalo, queridita– te enterraré tan profundo en tu propia mierda que nunca volverás a ver al sol.’
‘Bueno, podrías hacer eso’, continuó Dan. ‘Pero ambos sabemos que tu carrera terminaría también.’
‘Ajá, sí. Gran cosa.’ Ian miró hacia la cámara y me siseó de nuevo. ‘Si fueras a hacerlo, ya me habrías denunciado, mi cielito. ¿Eh? Ambos sabemos que nunca lo harás.’ Ian se volvió hacia Dan. ‘Igual que tú. So gallina patético. Sé que te estás escondiendo de algo. También podrías haberme denunciado si de verdad hubieras querido. Ya he oído bastante– me largo.’ Ian empezó a levantarse y vi la mano de Dan extenderse.
‘No tan de prisa. Tienes razón, no queremos denunciarte. De verdad que no. Hay razones de peso para que ambos guardemos silencio. Pero eso no significa que es una decisión definitiva.’ Ian volvió lentamente a su asiento.
‘Basta ya de jueguitos. Ve al grano.’
‘Si sigues intentando hacer nuestras vidas un yogur, sabes bien que la motivación para denunciarte crecerá. De hecho, ya estamos a punto de caramelo, teniendo en cuenta tus amenazas justo ahora. Por cierto, Justine está grabando todo esto. ¿No pensabas que ella estaba aquí sólo para charlar, verdad?’
En ese momento, vi el primer -y único- indicio de miedo en el rostro de Ian desde que lo conozco. Estábamos a punto de llevarlo a morder la carnada. Dan continuó, sin pausar y con una calma sublime. ‘Con todo, preferiríamos no hacer públicos nuestros asuntos. Lo haremos – si resulta necesario. Pero preferiríamos llegar a un acuerdo. Aquí es donde entra el premio.’
‘¿Qué carajo de premio? ¿Qué coño podrías ofrecerme?’
‘Dinero.’
Ian se rió tanto que casi se cae de de espaldas de su en su silla al oír esto. Pero en mi opinión la risa sonó hueca. De hecho, Dan movió la cámara y capturó las caras de algunos de los clientes sentados a dos o tres mesas de distancia y no pareció resultarles agradable.
Sabía que Dan había reservado y pagado por un almuerzo del menú fijo. Tanto para su mesa, como para las otras tres circundantes, para clientes que nunca llegarían. Necesitábamos privacidad para el paso siguiente.
‘Bien, entonces’, dijo Ian mientras se calmaba después de su risotada falsa. ‘¿exactamente de qué estamos hablando?’
‘$300,000 en efectivo. Y nos dejas en paz. Desde ahora. Nada de contacto, nada de hostigamiento, nada de nada.’ Dan mantenía la cámara fija en Ian todo el tiempo. Hizo una mueca burlona, primero hacia Dan y luego hacia mí.
‘¿Y de dónde sacarías todo ese dinero?’
‘No es asunto tuyo.’
‘¡Qué triste es tu caso, ¿sabes? Gano más de tres veces eso en un año; sólo en sueldo del bufete. ¿Por qué me interesaría una oferta tan patética?’
‘Porque tampoco es una cantidad despreciable. Porque es lo más que podemos ofrecerte para deshacernos de ti. Y porque o lo aceptas o nos vamos por el otro camino – el del palo.’
‘¿Por qué cojones debo creerte? Probablemente lo estás inventando todo.’
‘Piénsalo, Ian: ¿por qué molestarme en intentar una maroma tan inútil? Además, puedes creerlo porque puedo mostrártelo.’ La cámara quedó parcialmente oscurecida mientras Dan cogía un maletín que tenía al lado de su silla. Lo puso sobre la mesa y lo empujó hacia Ian. ‘Eso es para tí, como aperitivo. $25,000. Tómalo como un gesto bona fide.’
Ian abrió el maletín con cautela. Me consta que los fajos de billetes dentro no parcían gran cosa. No resulta lo mismo que un ataché lleno de dinero en efectivo, como ves en las películas.
‘Los otros $275,000 también serán tuyos. Si aceptas nuestros oferta.’
‘¿No esperas que me trague esta mierda, verdad?’
‘Claro que sí. Muéstraselo, Justine. Mira bien lo demás que está en oferta.’
Yo me encontraba en el estudio; y tenía otro maletín con $250,000 en el piso – abierto. Los $25,000 restantes estaban en un fardo al lado. Me agaché y dejé que la cámara del iPhone se enfocara de cerca en los billetes mientras pasaba el lente sobre cada fajo de cien, con cuidado de mostrar detalle.
‘¿Qué maroma se traerán ustedes dos pendejos?.’
‘Ninguna. El dinero es tuyo. Pero sólo si aceptas dejarnos en paz. Esa es nuestra propuesta. Si no te gustan los términos, entonces pasamos al plan B. El palo. Después de eso, usaremos el dinero para irnos a otro lugar y empezar nuevas vidas.’
‘¡Valientes ‘nuevas vidas’ serán con esa miseria!’
‘Tal vez. Pero Justine también venderá su casa. Además, no nos dejarías otra opción. Sea como sea, ten algo por seguro: te hundiras con nosotros, McCrae.’
Ian se limitó a permanecer quieto , en una especie de duelo de miradas con Dan. Este, evidentemente, no se inmutó. Por fin Ian se limitó a echar la cabeza hacia atrás y olfatear– o más bien carraspear, como si fuera a escupir. Captando la señal subconsciente de su lenguaje corporal, Dan continuó:
‘Nada de eso tiene que suceder. Ambos podemos salir ganando. ¿Qué dices?’
Ian se inclinó: ‘Digamos que, en teoría, estoy dispuesto a jugar tu jueguito. ¿Cómo funcionaría el canje?’
‘Fácil. Te llegas a la casa de Pikkeljig mañana a las 5:00 pm. Ni un minuto más, ni uno menos. Entras por la parte de atrás para que nadie te vea. Metes tu coche en el garaje. Te llevamos donde guardamos el dinero. Lo cuentas. Lo tomas. Te largas. Colorín, colorado, cuento acabado.’
‘¿Y qué me impide volver por más?’
‘Tu palabra palabra de hombre. Y el palo del que hablábamos. En es caso nada nos queda que perder. Y ambos estaremos hechos un par de jabalíes del encabronamiento.’
Ian se inclinó hacia atrás sobre las patas traseras de su silla, enlazó los dedos detrás de su cabeza y respiró profundo.
‘Estás más chiflado que una cabra. ¿sabes? Los dos lo están. Está bien. Allí estaré.’ Sonrió, la sonrisa torcida de alguien que tiene la mitad de la boca hinchada, y se levantó. Antes de irse dijo: ‘Todavía me intriga saber cómo te curaste la cara tan rápido.’ Luego recogió el maletín con los $25,000 y se alejó.
¡Mordió la carnada!
Domingo, 16 de marzo de 2014
¡Uno propone, y Dios dispone!
En uno de esos videos que vi el viernes, dos entrevistadores le preguntaron a Derren Brown si a veces las cosas salían ‘mal’. Admitió que sí. Por supuesto, no dio más detalles. Y no mostraron metraje de las cosas saliendo mal (supongo que eso lo habría arruinado todo).
Si las cosas podían salir mal para Derren, inevitablemente iban a salir mal para personas como Dan y yo, sobre todo dada la cantidad de variables a las que nos enfrentábamos. A Dan le gusta hablar de la ‘Teoría del caos’ y supongo que eso es el núcleo de todo. Para que las cosas hubieran salido exactamente según lo planeado, habríamos tenido que imponer orden en lo que es esencialmente un universo caótico. Obviamente eso nunca iba a suceder. Estábamos tomando un riesgo calculado. Pero por mucho que calculáramos, al final seguíamos rodando los dados, anhelando que ciertos números no salieran.
Por desgracia, nos salió uno.
Como ya sabes Dan no tiene un coche aquí en Melbourne. Con eso en cuenta, no es de extrañar que apenas haya mencionado el garaje en este relato. Al parecer sólo había estado en él dos veces. La primera cuando estaba explorando la casa, recién llegó. La segunda fue cuando necesitó una escoba más grande para lidiar con los escombros tras la bronca con Ian el martes por la noche.
El garaje fue muy bien diseñado. Es lo que me gustaría tener en la casa de mis sueños. Se llega a él através de una pequeña vereda de servicio detrás del edificio. Desde el garaje hay una puerta que te lleva directamente a la cocina, así que no tienes que arrastrar tus compras lejos. Muy práctico.
Esa tarde, Dan había dejado el garaje abierto y estaba esperando justo dentro del umbral de la cocina, con el control remoto de la puerta del garaje en una mano y la pistola (escondida a su espalda) en la otra.
Yo acechaba más allá, en el pasillo.
El plan era dejar que Ian entrara en la cocina, y encañonarlo con el arma (en caso que quisiera ponerse violento). Desde allí lo escoltaríamos hasta el estudio donde habíamos dejado el dinero.
La primera parte fue lo que sucedió al pie de la letra: Ian llegó casi a las 5:00 pm en punto. Vi su Mercedes entrar en el callejón, detenerse frente al garaje y luego entrar con precaución. Dan, que observaba desde justo dentro de la cocina, cerró cerró el garaje tan pronto como el coche había entrado.
Ian se bajó, una mueca burlona en la cara.
‘¿Qué te traes, cerrándome la salida, Djurdjevic?’
‘Asegurando tener privacidad.’
‘¿Por qué? ¿Es dinero robado?’
‘Es efectivo, ¿no? A muchos les tentaría robarlo. Aparte, ¿a tí qué te importa?’
Ian resopló y vino hacia la cocina, los brazos extendidos. ‘Esto es la bienvenida más mierdera que he recibido en la vida. Normalmente, la gente sale a recibir a sus invitados. ¿Me sigues temiendo, eh Djurdjevic? ¿Prefieres mantener distancia?’
‘¿Todavía preguntas?’
Ian se vino a dar cuenta de que algo andaba mal cuando entró en la cocina. Dan se había alejado unos metros. Luego sacó la pistola.
‘¡Oh, jo, jo! ¡Una pistola! ¡Con silenciador también! Eres un típico chusma de Melbourne, ¿no? Alardeando de mafioso conmigo. Empiezo a entender por qué eres tan reservado con tu vida privada. El dinero está vinculado al crimen organizado, ¿verdad?’
‘No es asunto tuyo.’
‘¿Qué tienes en mente? ¿Matarme?’ Ian avanzaba mientras Dan retrocedía.
‘Sólo si es necesario. Y créeme, si te acercas más, lo haré.’ Dan levantó la pistola y le apuntó. Por suerte, Ian se detuvo en seco.
‘No te entiendo, de verdad que no. Estás loco. Completamente loco. Dices que quieres darme dinero, pero ahora me apuntas con una pistola – ¡una con un jodi’o silenciador!’
‘Recibirás el dinero, no te preocupes. La pistola es sólo una póliza de seguro.’
‘Ah – es por lo apendejado que eres. Veo que trajiste a tu puta también, de refuerzo.’ Para entonces, Ian me había visto de pie en el pasillo. ‘Bueno, terminemos con esta mierda de buena vez.’ ¿Dónde está ese dinero que prometiste?’
Fue entonces cuando se formó Troya. Sonó el timbre.
‘¿Esperabas visita?’ Preguntó Ian, incrédulo.
‘No. Justine, ¿podrías atender la puerta?’
Me acerqué y atisbé por la mirilla.
‘¿Quién es?’ preguntó Dan.
‘Zar y Silvio.’
‘Deshazte de ellos. Diles...’ Dan empezó a decir.
Cuando me di vuelta, lo vi apartar la vista de Ian. Sólo por un segundo. Este aprovechó la oportunidad para lanzarse hacia Dan, agarrar el silenciador, apartar la pistola y darle un puñetazo en la cara, todo casi a la vez. Me sentí desfallecer al ver sangre brotar de la cara de Dan. Luego, ambos hombres cayeron pesadamente al suelo.
En un santiamen Ian se habia montado a horcajadas sobre Dan tratando de quitarle la pistola. Ambos hombres sólo tenían una mano en el arma. Ian usaba su mano libre para intentar darle puñetazos a Dan en la cara. Y este usaba la suya para desviar los golpes. Mientras tanto, el arma era retorcida de un lado a otro. Me hallaba al borde del pánico de que se disparara.
Así que hice lo único que se me ocurrió: abrí la puerta.
Silvio casi se desplomó dentro cuando lo hice.
‘¡Coño!’ Exclamó al ver el julepe casi a sus pies. Por un instante, él y Zar, que cargaba su ordenador portátil Dell al hombro, se quedaron atónitos, observando a los dos hombres forcejeando.
Entonces, calmado y metódico, mi hermanito se les acercó, se quitó el portátil del hombro, lo levantó en alto y lo estrelló sobre el cráneo de Ian. Fue evidente que lo hizo con toda la fuerza que fue capaz de reunir. Sé escuchó claro el sonido del vidrio y el plástico rompiéndose dentro del armazón.
Para entonces, Ian había desarmado a Dan. Por suerte, aún no había tenido oportunidad de apuntarle. Cayó como un leño tan pronto la computadora lo golpeó, impactando el piso con su (ya magullado) rostro. Dudo que se haya desmayado por completo, pero claramente estaba aturdido. Se quedó allí inmóvil durante uno o dos segundos antes de empezar a moverse y gemir.
Dan tomó la pistola y retrocedió rápidamente. Su nariz sangraba profusamente.
‘¡Por el amor de Dios, consigue unas servilletas!’ Le grité a Silvio, quien corrió al baño (el mismo donde Zar se había desmayado un par de semanas antes) y agarró un rollo entero de papel higiénico que le lanzó a Dan. Al atrapar el rollo, Dan le entregó la pistola a Zar, diciendo: ‘Dispárale si se levanta.’ Luego arrugó un gran trozo de papel y lo sostuvo contra su nariz.
De hecho, me dio pena ver que su camisa de rayas estaba destrozada. De nuevo. (Curioso que tanto Dan como yo pensamos que sería un detalle acertado si se vestía con la misma ropa que llevaba el martes, cuando la bronca con Ian. Hay quién diría que eso resultó de mal agüero.)
Lentamente, Ian se arodilló, su cuerpo ondeaba ligeramente. Al igual que Dan, tenía sangre en la cara. Sólo que mucho menos. Las heridas en la boca sin duda se le habían reabierto. ‘¿Qué carajo?’ exclamó, mirando a mi hermano, que tenía la pistola apuntada a su cabeza.
‘Aléjate un poco, Zar. No queremos que se repita lo que me acaba de pasar’, dijo Dan através del papel higiénico. ‘Para colmo, no nos quedan ya portátiles.’
Zar retrocedió como sugirió Dan. Luego rugió: ‘¡Hijo de puta! Tenía todo mis trabajos de TAFE en ese portátil. ¡Mereces un balazo ahora mismo!’
‘¡Jódete, narcómano de mierda!’ Arrastraba la voz mientras su cuerpo seguía meciéndose. La sangre manaba de la parte trasera de su cráneo, donde había conectado el portátil de Zar.
Dan arrancó un trozo más pequeño de papel higiénico, lo enrolló y lo metió en la ventana de su nariz que sangraba. El puente de la susodicha empezaba a hincharse. Me pregunté si estaría rota. El émbolo de papel la hacía parecer aún peor, distorsionando toda su cara hasta parecerse a Stallone al final de una de sus películas de Rocky.
‘Justine – agarra un rollo de bolsas de basura. Haz una vereda hasta la trampilla.’
Entendí de inmediato. Dan quería que las bolsas de basura sirvieran de alfombra, para evitar que un rastro de sangre (y ADN) llegara hasta el estudio oculto. Así que corrí a la cocina, encontré las bolsas en la gaveta de abajo junto al fregadero, y desenrollé una larga hilera de plástico hasta el lavadero.
‘Levántate, Ian. Es hora de reclamar tu dinero.’ Dan le tomo la pistola a Zar y tiró de la corredera para cargar un cartucho. De lo poco que sé de armas, supongo que esto significa que no había estado lista para disparar. ‘Vamos, señor McCrae, ¡de pie!’
Cuando Ian no reaccionó, Dan se acercó y le dio una patada en el estómago con todas sus fuerzas. El aliento estalló fuera del cuerpo de Ian, y volvió a desplomarse boca abajo.
‘Si no te mueves, voy a seguir tratándote como pelota de futbol.’
Ese ‘argumento’ debió sonar convincente, porque de alguna manera Ian consiguió ponerse de pie. Se tambaleaba ligeramente.
‘¡Camina!’ Rugió Dan. Esta vez Ian hizo caso.
‘¿Y ahora qué, Djurdjevic? ¿Vas a ejecutarme?’ dijo Ian sin mirar atrás.
‘Nada de eso. Estoy orgulloso de mi casa. No la quiero contaminar con tu sangre asquerosa.’
Ian iba frente a Dan. Limpió su mano empapada de sangre en la pared de la cocina. Conociéndolo, lo hizo como un desafío. La reacción de Dan fue salvaje. Lo pateó desde atrás – una brutal patada de fútbol en plenos testículos. Ian se derrumbó otra vez, en franca agonía.
‘Eso de parte de Justine, por cierto. Ojalá te haya pateado todo lo duro que mereces. Por favor, no vuelvas a manchar la casa con tu sangre. Te dije que no la quiero más sucia de lo que ya está, especialmente con tus fluidos corporales.’
Ian se hallaba de rodillas, tosiendo. De repente, vomitó sobre el plástico blanco. Bilis principalmente, pero también un asqueroso trozo de zanahoria picada. ‘Si no te apuras, prepárate para otra patada.’
Después de unos segundos, Ian levantó una mano en señal de sumisión. Fue la primera -y única- vez que lo he visto rendirse. Se levantó lentamente y avanzó tambaleándose sobre la alfombra de bolsas plásticas hacia la lavandería.
A Ian no se le hizo fácil pasar por la pequeña trampilla sin tocar los lados. Es un hombre corpulento. Pero Dan seguía rugiéndole. A veces apenas podía reconocer su voz porque sonaba tan nasal, debido al émbolo de papel metido en su nariz.
Cuando ya todos estábamos en el sótano, me pareció que Ian había recuperado sus cabales. Definitivamente ya no se tambaleaba. Dan señaló hacia la cabina de grabación con una mano mientras la otra mantenía la pistola apuntándole.
‘Tu dinero está ahí, McCrae. Entra. Cuéntalo. Luego sal.’
‘¡Estás loco de remate, so hijo ‘e puta, ¿lo sabes?!’ dijo Ian, sacudiendo la cabeza, luego giró lentamente hacia la cabina.
Observaba a Dan mientras se acercaba a la pantalla y movía el ratón. Luego lo vi hacer clic en el botón 'Grabar y anular'. Eso fue justo antes de que Ian abriera la puerta de la cabina, entrara y permitiera que la puerta se cerrara lentamente detrás de él.
Por un momento pareció que Ian estaba a punto de agacharse para examinar la maleta. Entonces, de repente, desapareció.
‘No te preocupes, ya regresará’, dijo Dan. ‘Justine te lo explicará todo cuando esto termine. Pero ahora mismo tenemos mucho por hacer. Dado que ambos están aquí, necesito que uno de ustedes haga un poco de trabajo pesado.’ Dan puso el arma sobre la mesa de la computadora. Luego agarró un mono de plástico y unos guantes (cosas que me había dicho que compró en un Red Spot de Perth) y se los dió a Zar.
‘Vamos. Ayúdame’, dijo.
Mirando a Dan, me pregunté si no sería mejor que le dejara todo a los muchachos. La inflamación de su nariz empeoraba. Así que dije: ‘Dan, tal vez Silvio y Zar se puedan ocupar. Ya están metidos en este rollo. Y no te ves muy bien.’
‘Estoy bien. Además, sólo tenemos un traje plástico. No quiero el ADN de los chicos en la alfombra. Mi ADN no importa.’
Ese era un punto válido.
Mientras Zar se ponía el mono plástico, Dan fue a la computadora e imprimió un perfil. Por supuesto, ya sabía lo que era.
Una copia de su cadáver, del martes por la noche.
‘¡Coño!, ¿qué hay en la alfombra, hombre? Pesa como un muerto.’ Zar estaba jadeando al salir de la escalera hacia la lavandería.
‘Lo es.’
‘¿Quién?’
‘Yo.’
‘¡Vete al carajo!’
‘Hablo en serio. Es demasiado difícil de explicar ahora mismo. Pero en resumen, Ian me mató el martes. Este es mi cadaver.’ Dan también jadeaba. ‘Soy una copia. El cubículo en el estudio es una especie de impresora 3D.’
‘Tú te has metido algo, ¿no? Eso o me estás gastando una broma muy pesada.’
Caminaba frente a ellos, escuchando. Le dije: ‘Es cierto, Zar. Te lo explicaré más tarde.’
Silvio había abierto el maletero del coche de Ian y estaba soltando el divisor cuando llegamos.
Tardó un rato el poder meter el antiguo cuerpo de Dan en el maletero. Afortunadamente, todavía estaba fresco y flexible. A fin de cuentas, Dan comentó más tarde, había estado muerto como máximo una hora. Y aparentemente el rigor mortis no se presenta hasta que pasen al menos tres.
Dan y Zar empujaban y jaloneaban. Parecía que el problema no era el cuerpo. Era la alfombra. Era rígida y difícil de maniobrar, especialmente con ambos extremos cubiertos de plástico (Admito que me alegré del plástico; no creo que hubiera podido soportar ver el cadaver de Dan otra vez.)
Por fin, lo lograron, por supuesto. El pobre Dan estaba empapado en sudor y su nariz había comenzado a sangrar de nuevo.
Una vez terminamos, Silvio bajó el divisor para cubrir la evidencia y cerró la escotilla.
De vuelta en el estudio, Dan hizo que Zar se quitara toda su indumentaria plástica y la arrojara en la cabina. Luego Dan lo borró todo. Los dos chicos observaron todo esto en un silencio atónito. Después de eso, Dan dijo:
‘¿Están listos, muchachos, para el regreso triunfal de Ian?’
Se quedaron mutis. Así que Dan hizo doble clic en su perfil. Y sin más ni más, el grandulón regresó a la cabina, agachándose para mirar dentro del maletín como si nada hubiera pasado. Menos de un minuto después salió sosteniendo un fardo de billetes.
‘Esto es una tomadura de pelo, Djurdjevic. Lo he contado: son unos miserables $25,000. ¿Dónde están los otros 250K que prometiste?’
Zar, Silvio y yo seguimos a Dan mientras entraba en el estudio, apuntándole aún con la pistola a Ian.
‘Cambio de planes, compa. Hemos decidido darte sólo $50,000. Recibiste la mitad ayer. Esta es la otra.’
‘¡Grandísimo maricón! Me arrastras hasta aquí, me apuntas con una pistola, me entras a bofetadas, me haces sangrar el labio de nuevo– ¿y todo por esta mierda?’ Agitó el fardo de billetes con rabia. Se veía sangre en los billetes.
‘Sí, eso es más o menos lo que hay. Tómalo o déjalo. Como quiera, ya es hora de que te largues de aquí.’
‘Me llevo tu dinero; me lo debes. Pero si crees que el ‘trato’ sigue en pie, te vas a llevar una sorpresa.’
Por supuesto, Dan y yo sabíamos que el trato nunca estuvo 'en pie'. Ian no funciona así.
‘Voy a irme a casa, ponerme una bolsa de hielo en la cabeza, servirme una copa de vino, llamar a Susan, y vamos a pasar el resto de la noche – mejor dicho, la semana – planeando exactamente cómo joderte la vida. Te voy a matar, ¿sabes?’
‘Ya lo hiciste, Ian’, dijo Dan, apartándose a un lado para dejarlo subir por la escalera.
Ian resopló y se dirigió hacia la salida. Lo seguimos.
Abrí la puerta del garaje mientras Dan (que ya había guardado el arma) esperaba con los brazos cruzados en la entrada de la cocina. Casi me río al ver a Silvio y Zar atisbando desde detrás de él como niñitos tímidos, guareciéndose tras su papá. Ian dio marcha atrás, se despidió mostrándonos su dedo del corazón, y arrancó.
Después de eso, Dan se volvió aún más serio aún en lo de atar cabos. Miró su reloj de pulsera y dijo: ‘De acuerdo, hora de ponerse a trabajar. Faltan quince minutos hasta que la señora Chew llegue a casa. Chicos, ayúdenme a recoger todo el plástico y llevarlo al sótano. Justine, agarra un poco de lejía y limpia todas las superficies cerca de la lavandería y la trampilla del sótano. Deja quieto cualquier rastro de sangre que haya en la cocina y el pasillo. Necesitamos que la policías encuentre esa evidencia.
En cinco minutos todo quedó hecho. Dan borró el plástico, los productos de limpieza, la pistola y, por desgracia, los restos de la portátil de Zar. Todo en un abrir y cerrar de ojos.
‘Bueno, se acabó lo que se daba, gente.’ Dan se volvió hacia mi hermano: ‘Justine iba a tomar el tranvía a casa. Ya que estás aquí, llévala tú. Tienen que irse lo antes posible. Se nos acaba el tiempo.’
‘¡Claro!’
‘Dejaré que Juss les explique todo. De momento, por favor recuerden: todo esto es un secreto que hay que guardar - por siempre. ¿Entendido? En cuanto a hoy, ninguno de ustedes ha estado aquí. Silvio, la última vez que estuviste fue el lunes por la noche. Justine y Zar, ustedes me vieron por última vez el miércoles en la noche para cenar.’
Todos asentimos.
‘Por último, recuerden dejar la puerta principal entreabierta – quiero que la señora Chew y la policía puedan entrar fácilmente.’ Dan le extendió la mano primero a Silvio. ‘Ha sido un placer conocerte, amigo. Espero que podamos ponernos al día alguna vez.’ Silvio parecía atónito. Tomó la mano de Dan con incertidumbre. Luego lo abrazó con fuerza. ‘¡Oye, cuidado con la nariz!’ rió Dan.
‘Nos vemos luego, jefe’, dijo Silvio mientras se separaban. De repente, Dan metió la mano en su bolsillo.
‘Ahora que me acuerdo: esto es para tí.’ Sacó una copia de su reloj – la versión en espejo. ‘Recuerdo cuánto te gustó cuando nos conocimos, así que hice una copia. Iba a pedirle a Justine que te lo diera, pero ya que estás aquí... ojalá no se haya hecho añicos durante la bronca.’
‘No, parece estar bien’, dijo Silvio mientras examinaba el reloj. ‘¡Vaya! ¡Gracias, compa!’
Entonces Dan se volvió hacia Zar: ‘Socio, no hagamos de esto un final. Nos veremos. No sé dónde ni cuándo, pero cuenta con ello.’
‘¿Vas a borrarte a ti mismo?’
‘Sí. Pero también me estaré imprimiendo, en otro lugar donde puedo empezar de nuevo. ¿Quién sabe? Cuando todo se haya calmado – y suponiendo que no tengamos que desmantelar la impresora 3D aquí – tal vez pueda volver y podamos cenar todos juntos.’
‘¡Ojalá sea pronto!’ Zar y Dan se abrazaron.
Me tocaba a mí.
‘Llámame’, le dije, besándolo, tratando de evitar su nariz hinchada.
‘Lo haré.’ Sonrió.
La última vez que lo vi fue al írnos. Estaba en su móvil marcando: primero a la Sra. Chew (para decirle que Ian había llegado y se portaba agresivo), luego al 000 unos minutos después (avisando que un intruso había entrado en la casa).
Por fin, las piezas caían en su sitio, según lo habíamos planeado.
Conducimos a casa en silencio total. Zar y Silvio parecían entender que no estaba de humor para charlar. Un par de patrullas de policía pasaron junto a nosotros con las sirenas sonando, dirigiéndose hacia Princes Hill.
Sin duda, también se emitirá una ‘alerta vehícular’ para un Mercedes Clase M perteneciente a un tal Ian McCrae; la Sra. Chew habría informado de su matrícula una vez entró por la puerta abierta y se dio con un Dan ausente y sangre en el pasillo y la cocina.
Y, por supuesto, una vez lo encontraran, el coche de Ian tendría un cadáver en el maletero. Con el ADN de Ian por todas partes.
Sentí lágrimas calientes en mis ojos y mi visión comenzó a nublarse. De repente comencé a sollozar.
‘¿Estás bien, Juss?’ preguntó Zar, quien estaba al volante.
Asentí pero seguí sollozando. Sí, estaba bien. Por fin. Todo iba a estar bien de ahora en adelante.
Miércoles, 26 de marzo de 2014
Ian fue arrestado más tarde esa misma noche (domingo). Aparentemente estaba sentado en su sala con una bolsa de hielo en la cabeza y una copa de vino tinto, tal como dijo que estaría. Planeando su venganza, sin duda. La policía llamó a su puerta con una orden de registro. Encontraron el cuerpo en el maletero de su coche.
Por supuesto, a Zar y a mí nos pidieron que diéramos declaraciones como testigos. La policía nos entrevistó la noche siguiente.
En mi declaración dije que sí, había estado saliendo con Ian, pero le había puesto fin antes de la Navidad porque me había mentido sobre su estado matrimonial. Añadí que también se estaba volviendo abusivo.
Sí, había estado viendo a Dan las últimas semanas.
Sí, Ian se había puesto obsesivamente celoso. Tan celoso estaba de mi nueva relación que hizo despedir a Dan (por motivos que resultaron ser falsos) y lo amenazó con violencia física.
Sí, había visto a Dan después de eso. De hecho, fui a su casa la noche en que lo despidieron – el martes – porque estaba preocupado de que Ian fuera a tratar de agredirlo. Cuando llegué, había hablado con su vecina, la señora Chew, quien confirmó mis temores de que algo había sucedido. Afortunadamente, Dan estaba bien: lo encontré limpiando un desastre, aparentemente causado por Ian, quien había entrado en la casa (usando una copia de la llave, que tenía el bufete, de la puerta principal), e intentó (sin éxito) agredir a Dan, rompiendo un espejo gigante y varias cerámicas, entre otras cosas. Durante la pelea, Dan le había dado un puñetazo a Ian en la cara (en defensa propia).
Sí, me quedé en casa de Dan el martes por la noche. También había ido allí con Zar el miércoles para cenar, después regresé a mi casa; Dan y yo no queríamos apresurar las cosas.
No, no había visto a Dan desde entonces – no me había devuelto mis llamadas.
No, no entendía por qué Ian seguía insistiendo en que yo estaba en casa de Dan la noche del asesinato. ¡Por supuesto que no estuve! Tampoco sabía de una pistola. Nada de eso tenía sentido. Sonaba a delirios de un lunático.
No, no había ido a trabajar; tomé una licencia debido al continuo acoso sexual de Ian, el cual estaba bien atestiguado por mis colegas y precedía la llegada de Dan por semanas, si no meses.
Suponiendo que fuera cierto que alguna vez fui prostituta (como seguía insistiendo Ian), ¿cómo sería eso siquiera remotamente relevante?
Zar le contó a la policía que Dan había estado ayudando a su banda con su música. Él les había salvado su actuación en el Espy con su conocimiento de ingeniería de sonido, y se habían hecho amigos. Últimamente les había ayudado a preparar un EP para presentárselo a Fungus Records, mezclando su música usando programas en su computadora casera.
Zar no había visto a Dan desde la noche del miércoles cuando él y yo fuimos a cenar. Dan había prometido terminar el EP para la fecha límite del viernes y Zar había ido el día siguiente para ver cómo iba, pero Dan no estaba en casa. Zar descubrió posteriormente que Dan había subido el EP a SoundCloud ese viernes. Incluso había enviado un enlace a la compañía discográfica como prometió. Pero el miércoles por la noche fue la última vez que había sabido de Dan.
Los agentes que nos entrevistaron nos dijeron en confidencia que nuestras declaraciones coincidían con las de la vecina de Dan, la señora Chew. Ella había visto a Ian llegar y salir el martes por la noche, escuchado el alboroto de un encuentro violento, y lo vio salir con la cara ensangrentada.
También había recibido una llamada telefónica de Dan el domingo por la noche, justo antes del asesinato, diciendo que Ian había regresado y lucía ‘sanguinario’. Esto se había grabado en su buzón de mensajes. La policía tenía copia de otra angustiosa llamada de Dan. (Aparentemente dejó un mensaje similar en el 000 poco después.)
La buena de la señora Chew también dijo que notó que Zar y yo habíamos ido a cenar el miércoles, pero que nuestro coche (el de Zar) se había ido justo después de la medianoche. Contó que no había escuchado actividad en la casa después de eso – nadie había entrado o salido.
Los periódicos han tenido toda esta triste historia en la portada casi todos los días. The Age publicó un artículo esta mañana con una foto de Ian saliendo del tribunal, la cabeza cubierta por una toalla. (Nota del traductor: ‘The Age’ es un periódico local de la ciudad de Melbourne, estado de Victoria, Australia.)
El cargo inicial fue por infligir lesiones corporales graves, pero ha sido elevado a asesinato (aunque la causa de muerte de la víctima fue insuficiencia cardíaca, parece que fue precipitada enteramente por la golpiza infligida por Ian).
La policía había tomado el paso relativamente inusual de emitir un comunicado describiendo las pruebas claves, a saber: que el cuerpo fue encontrado en el maletero del coche de Ian con su ADN presente (se encontró algo del mío en el cadaver, pero eso se explicaba por mi relación con Dan – no obstante, no se encontró nada de mi ADN en el dorso de la alfombra) – que las pruebas forenses de la casa de Princes Hill indicaban que había tenido lugar una lucha violenta entre Dan e Ian en la cocina y el pasillo – que se encontraron fibras de la alfombra tanto en la sala (donde originalmente se ubicaba ) como en el garaje (donde el cuerpo debió ser introducido en el vehículo).
En otras palabras, parecía que la evidencia de la Corona era tan fuerte y directa que la policía y la DPP ni siquiera querían molestarse en ocultar sus cartas antes del juicio. Era un caso cerrado. (Nota del traductor: Australia no es una república, es parte del ‘Commonwealth’ británico, cuyo jefe de gobierno es el monarca. De ahí que al gobierno en ocasiones formales se le llame ocasionalmente ‘La corona’ o ‘The Crown’.
El ‘DPP’ se refiere a la oficina del ‘Director of Public Prosecutions’, o sea las fiscalías de cada estado australiano.)
(Sospecho que hicieron esto por razones tácticas: querían presionar a Ian para que se declarara culpable. No querían que un abogado rico lograra darle largas a una causa pérdida.)
Ayer hablé con Dorotea Fojas del bufete Cuentas y Asociados y me dijo que la casa no se considera ya la escena de un crimen, aunque la policía podría querer volver a recoger más pruebas de ser necesario (lo cual es muy poco probable). Aparentemente, estoy libre de ir a recoger mis cosas, si quiero. Es más, me dijo que había recibido una carta del Sr. Pikkeljig en la que indicaba que tenía acceso ilimitado a la casa como su invitada cuando quisiera.
Por supuesto, ha habido una frenética especulación mediática sobre la enigmática víctima: el difunto Daniel Djurdjevic. Sus circunstancias eran profundamente desconcertantes, insinuando una desesperación aguda, posiblemente como resultado de ser blanco de algún tipo de extorsión.
Por ejemplo, la policía había recuperado de la casa de Ian dos fardos de billetes que sumaban $50,000. Manchados en parte con la sangre de Ian.
Aparentemente Dan había vuelto a Perth el jueves antes de du muerte. Mientras estuvo allí, parece haber tomado $50,000 en efectivo de su línea de crédito hipotecario, la cantidad máxima disponible. Ya para el domingo por la tarde estaba de vuelta en Melbourne.
No existían rastros de sus viajes; ni por avión, tren o carretera. Los periodistas especularon que de alguna manera viajó usando un nombre falso, pero nadie sabía cómo o por qué.
Por suerte, nada de esto era relevante: Ian había sido encontrado con el cuerpo de Dan en el maletero de su coche, su ADN regado por todo el cadaver y la escena del crimen. Incluso el origen de los $50,000 encontrados en casa de Ian se había determinado: provenían de la línea de crédito resultante de la segunda hipoteca de Dan y Kylie, aunque no había forma de verificarlo. Si Kylie quería el dinero, tendría que presentar una solicitud de compensación por daño criminal, demostrar que el dinero en la casa de Ian provenía de Dan y estaba de alguna manera relacionado con un crimen.
No sabes cuánto me alegro de que Dan y Frank sólo tuvieran la intención de usar el dinero falso como carnada. ¡Ni hablar de las complicaciones que hubiera causado la presencia de billetes falsos!
El artículo de primera plana de hoy repitió lo anterior, añadiendo algunos detalles adicionales. Pero su enfoque principal fue sobre la capacidad mental de Ian para ser juzgado. Al parecer había deteriorado rápidamente. Anteriormente había insistido en que fue amenazado con un arma y agredido por Dan. Que no tenía idea cómo Dan luego ‘se mató y metió en mi maletero’. En la audiencia de ayer también soltó que había sido blanco de algún tipo de conspiración, cuyo resultado fue 'cambiar la orientación' de su cuerpo y que ahora estaba 'al revés'. Personas allegadas al acusado notaron que se estaba peinando del lado contrario al que solía, como si quisiera hacer énfasis sobre algo.
La vista judicial había sido suspendida a la espera de una evaluación psiquiátrica.
Estaba sentada en la mesa con todo esto en mente, tomando una taza de café con tostadas, preguntándome si ir al trabajo o no. Todavía estaba de vacaciones (nunca me molesté en solicitar tiempo por enfermedad y Branka estaba al tanto lo suficiente como para dejarme tomar unas ‘vacaciones’ sin previo aviso).
Ya eran las 8:00 am y Zar aún no aparecía por ningún lado. Normalmente lo habría estado fastidiando para que saliera de la cama. Pero ahora que su banda estaba oficialmente con el sello de Fungus Records, estaba dispuesta a darle algo de soga.
De hecho, eso era lo que Zar y Silvio habían venido a contarnos el domingo: que Fungus estaba tan impresionado con el EP que querían firmar con The People – lo antes posible.
Además, en tres semanas Fungus iba a llevar a los muchachos a Nueva York para grabar. Estarían allí durante seis semanas o más. Todos los gastos pagos.
Con eso en mente, no hacía mucho sentido que Zar siguiera con sus clases en TAFE. De todos modos, había perdido su computadora y todos sus trabajos.
Cavilaba todo esto cuando la puerta de Zar abrió de golpe y entró corriendo a la sala.
‘Oye Juss – ¿Has leído las noticias?’
‘Claro que sí, compa. Tengo el periódico justo aquí’, dije, dándole una palmadita a mi copia de The Age. Soy chapada a la antigua: me gusta leer las cosas en papel de verdad.
‘¡Ah, carajo! Ponte al día con la era del Internet, ¿crees, mí hermanita? Mira esto.’ Zar me pasó su iPhone (el que Dan había comprado para la reunión con Ian en Caffé e Cucina). Tenía la página web de The Age abierta en su historia principal: ‘El presunto asesino de Princes Hill se suicida’.
‘Ian se ‘limpió el pico’. Parece que no soportaba más su imagen especular. Supongo que eso volvería loco a la mayoría de la gente, de no conocer el asunto de la impresión 3D.’
‘Vaya…’ Seguí leyendo sobre cómo Ian había sido encontrado ahorcado, colgado del grifo de su lavabo, de una tira de su toalla. Me consta que una presión razonablemente firme y constante en el seno carotídeo te dejará inconsciente después de seis a diez segundos, y que la muerte cerebral comenzará aproximadamente seis minutos después de eso. Al parecer sólo pasaron siete minutos entre los chequeos rutinarios de prevención de suicidios. Para cuando desataron a Ian del lavabo, no pudo ser reanimado.
‘¿Qué opinas? ¡‘Pedro Navaja, matón de esquina, quien a hierro mata, a hierro termina’! ¡Nos libramos! Nada de juicio, nada de que se saliera con la suya gracias a abogados astutos, nada de nada! Colorín, colorado; todo está acabado!’
Tomé una respiración muy profunda y me recosté, tratando de procesarlo todo. Una vez más, mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas y la visión a nublarse.
‘¿Qué pasa, Juss? ¿No estás contenta?’
‘Claro que estoy contenta. Sólo estoy pensando’, dije, secándome las mejillas.
‘¿Sobre qué?’
‘Si siquiera tengo que volver a trabajar.’
‘¿Porque voy a ser una estrella famosa de rock?’
Me reí entre las lágrimas. ‘Algo así, compa.’
Zar me rodeó con los brazos desde detrás de mi silla y apoyó su mejilla contra la mía. ‘No tienes que sentirte obligada a quedarte aquí, mi hermanita. Siéntete libre de hacer lo que quieras. No tienes que preocuparte por mí. Estaré bien, venga lo que venga.’
‘¡Dan!’ Estábamos en FaceTime. Zar y los otros de la banda se habían ido a una reunión en las oficinas de Fungus. Podía ver que era de noche y Dan estaba en la cocina de la casa de Frank, con un paño de cocina en el hombro como de costumbre.
‘¡Justine, mi cielo! ¿Cómo andan las cosas?’
‘¡Un abrazote de mi parte!’ gritó Frank desde el fondo. Estaba poniendo la mesa.
‘La cena está lista. ¿Quieres unirte a nosotros?’ preguntó Dan guiñando un ojo.
‘No es tan absurdo como piensas. ¿Has visto la versión de The Age en línea?’
‘¿Eh? No, no he mirado. ¿Qué pasó? ¿Ian se ha declarado?’
‘No. Se ha suicidado.’
‘¡¿En serio?!’
‘Totalmente. Echa un vistazo.’
‘¡Esperen!’ Escuché a Frank decir mientras sacaba su propio teléfono y abría el navegador. Después de un par de segundos dijo: ‘No se equivoca, Dan. El muy cabrón se ahorcó.’
‘¡Diantre! Entonces eso significa –’
‘No habrá juicio. ¡La casa está completamente a nuestra disposición!’
‘Bueno, no sé si es buena idea que me aparezca tan pronto...’
‘No seas tonto. Soy yo la que quiero el aparato.’
‘¿Para qué?’
Suspiré hondo. A veces los hombres pueden ser totalmente obtusos. ‘Para poder estar contigo, bobo.’ Fue tremendo alivio que la policía no considerara el sótano como parte de la escena del crimen; todo parecía haber tenido lugar en el pasillo, la cocina y el garaje. Frank había desactivado temporalmente la impresora como precaución. Si los peritos forenses se hubieran empeñado en rastrear para detectar ADN en el estudio, probablemente habrían encontrado el de Ian – y Frank habría tenido que quemar todos los circuitos. Aparentemente hay una forma de hacerlo. Pero eso habría inutilizado permanentemente la impresora. Habría que reconstruir el estudio desde cero. Sin embargo, tal como estaban las cosas, lo único que Frank tenía que hacer era restaurar un poco del código.
‘¿Y en cuánto a Zar?’
‘Ay, estará bien ahora que la banda ha firmado con la discográfica. ¿Qué me dices? ¿Me acompañas? No quiero hacerlo sola, al menos no la primera vez.’
‘Por supuesto. ¿Qué día?’
‘Bueno, creo que necesitaré el resto de la semana para atar cabos sueltos. Luego tengo que hacer las maletas. Despedirme de la gente, incluyendo a Zar y Silvio, por supuesto. ¿Qué tal el domingo a esta hora?’
‘Se me ocurre una mejor idea. El domingo, perfecto. Pero hagámoslo un poco más tarde. ¿Qué te parece la 1:00 pm, hora tuya?’
‘Pues supongo que sí... Pero no entiendo. ¿Por qué la demora? ¡Serían las 3:00 am en Río, por el amor de Dios!’
‘Bueno…’ Dan me mira tímidamente. ‘Acabo de recibir un correo electrónico recordándome que todavía hay unas pocas entradas para uno de los últimos conciertos de los ‘Hunters and Collectors’ – por siempre. Es este fin de semana, en el King’s Park de Perth. Podríamos hacer una parada allí, ver el concierto y luego irnos a casa. Aparte, como bono, también tendrá el resultado de que estaremos ‘al derecho’ cuando lleguemos a Río, cosa buena, porque tengo cita con un médico el lunes para hablar sobre mi operación cardiaca.’
‘¿Y si te ven?’
‘Eh, es una ciudad grande – no me preocupa. Y si alguien nos ve, pensarán que vieron a un fantasma. Me importa un bledo.’
‘Vale’, respondí riendo. ‘Sé lo mucho que significa esa banda para tí. ¿Y qué tal Frank? ¿Te unes a nosotros?’ Podía ver a Frank al fondo sacudiendo la cabeza y negando con la mano a la vez.
‘Dice que no. No cree que deba viajar todavía.’
‘Ah. Por supuesto. ¡Pues tenemos una cita!’
‘¡No quepo en mi pellejo! Nos vemos en la casa el domingo a la 1:00 pm. Y prepárate. Tengo noticias. ¡Grandes noticias!’ Con eso, Dan me sopló un beso y desconectó la línea.